Una investigación del CIPA, en Chile, consigue eliminar los contaminantes del agua usando un biomineral obtenido a partir de conchas, lo que al mismo tiempo permitiría valorizar este subproducto de la industria acuícola.
La contaminación del agua por metales pesados, como el plomo y el arsénico, es un problema que viven diversos lugares del mundo. A pesar de ser componentes que se encuentran en la naturaleza, su amenaza radica en que son tóxicos a bajas concentraciones y los organismos vivos los acumulan en la medida que los consumen. Por esto, una vez liberados en ríos y canales en niveles fuera de la norma, el riesgo que corre la población es elevado.
Tal es el peligro que generan estos componentes, que en los últimos tiempos productos aparentemente inocuos, como el agua embotellada, han sido examinados en su búsqueda, demostrando que su presencia es más común de lo que se imagina. Una situación que mantiene a la comunidad científica ocupada, como es el caso del Centro de Investigación de Polímeros Avanzados (CIPA), en Chile, que ha visto en las conchas de moluscos una potencial solución para la remoción de metales.
“Hoy para descontaminar aguas con metales pesados el mercado se ofrecen resinas de intercambio iónico, un producto derivado del petróleo. Nosotros quisimos dar una opción renovable, utilizando residuos propios de una industria exportadora en la Región del Biobío: las conchas de moluscos. Es a partir de estas que logramos producir un biomineral con propiedades de intercambio iónico”, señala la doctora en biotecnología a cargo del proyecto, Dariela Nuñez.
Durante dos años trabajaron desarrollando un material compuesto a partir de este biomineral. El objetivo fue estudiar su capacidad de remoción, utilizando diversos metales pesados, para así capturarlos gracias a su unión electroquímica. Con estos datos, generaron un producto capaz de purificar aguas para que fuesen aptas para el riego o el consumo humano.
Para probar esta tecnología, se realizaron dos pruebas para simular un sistema industrial: el sistema batch, que mantenía este biomaterial suspendido en una solución con una concentración de metales específica; y el de columnas continuas compactas, por el cual fluía esta solución con metales. En ambos casos la purificación tuvo similares resultados a los productos que se comercializan hoy, pero con la ventaja que implica su origen renovable.
APELANDO A LA ECONOMÍA CIRCULAR
Este desarrollo tecnológico también logra abordar un problema de la industria acuícola: el relacionado con la gestión de sus residuos. Solo en Chile, entre 2011 y 2015 se produjeron más de 800 toneladas de desechos de moluscos, gran parte de los cuales eran conchas. Así, ante la necesidad de encontrar soluciones a la gestión de este subproducto, surge la valorización de estos residuos, apelando a la economía circular.
“En la región existe un tejido productivo que genera una gran cantidad de residuos sólidos, donde muchos de ellos hoy son desechados en canchas de acopio a pesar de que pueden ser aprovechados. Por eso, el principal valor de esta tecnología es que soluciona un problema de contaminación con este tipo de insumo residual. Considerando que la tendencia es que en el futuro la disposición de residuos sólidos sea obligatoria, con el costo que ello implica, esta es una gran alternativa”, destaca Claudio Toro, director ejecutivo de CIPA.